Después de más de 20 años viviendo en España, esta Nochevieja finalmente comprendí cual es el espíritu de comerse las uvas, por supuesto que ya había realizado este entrañable y divertido ritual pero en esta ocasión percibí aspectos que a lo mejor los nativos españoles no han tenido la oportunidad de ver.
En una sociedad tan polarizada como la nuestra (digo nuestra porque ya llevo viviendo aquí más tiempo que algunos españoles) me parece sumamente importante darse cuenta de que comer las uvas de Nochevieja es la única interacción anual en la que los españoles no rivalizan entre ellos.
Con excepción de los canarios que lo celebran una hora antes, toda la población española está al unísono, agrupada en torno a un mismo objetivo, ilusionada y sincronizada. En estos 36 mágicos segundos, cada campanada dura 3 segundos, se aparcan las diferencias y se unen millones de corazones, mentes y manos, acompasadas armoniosamente para la realización de un ritual complejo y desafiante que concluye con un torrente desbordante de alegría y buenos deseos regados por burbujas de felicidad que contagian todo y a todos.
Obviamente hay unos cuantos que rehúyen participar y otros que lo hacen con pocas ganas, pero lo que no se puede negar es que visto desde fuera es prácticamente imposible imaginar que este equipo tan bien cohesionado, unido en el mismo objetivo, formado por más de 40 millones de personas pasará, en muchos casos, el resto del año enfrentados y poniéndose la zancadilla los unos a los otros, por cuestiones nimias del tipo “que uno es más o menos español que el otro”, “que la izquierda no está al lado de la derecha, sino enfrentadas” “o que “prefiero a mis corruptos que a los tuyos”…, diferencias que sin ninguna duda merman la capacidad de crecimiento, de progreso y de realización tantas veces deseados entre abrazos y brindis durante el primer minuto del año.
La sinergia se da cuando el todo es mayor que la suma de sus partes y esto se nota cuando toda la nación está sincronizada en cuerpo y alma aunque solo sea durante 36 segundos. En este mágico y breve espacio de tiempo, podemos vislumbrar los verdaderos objetivos de los ciudadanos que son paz y prosperidad para todos. Si somos capaces de ponernos de acuerdo en esto, seguro que podemos ponernos de acuerdo también en lo demás, sólo nos falta atención plena en el objetivo y centrarnos más en lo que nos une que en lo que nos separa, para que los deseos se conviertan en hechos.
Rafeek Albertoni
Coach y mentor de desarrollo
Diseño mis formaciones basándome en mi vivencia con las herramientas de la Inteligencia Emocional y en más de 20 años de experiencia artística en los escenarios nacionales e internacionales.
Utilizo diferentes estímulos para enseñar, porque según los últimos avances de la neurociencia el dinamismo, el entretenimiento y la expectación en el aula, generan que los neurotransmisores segreguen hormonas motivacionales en el cerebro, como la dopamina y la oxitocina, que favorecen el aprendizaje y el recuerdo. Es decir que, cuando disfrutamos en la fase de aprendizaje, mejoramos el rendimiento y la memorabilidad.