No hay nada más importante en la vida que las relaciones humanas. ¿Verdad?
La enfermera Bronnie Ware, que durante años acompañó a pacientes terminales, relató que de las 5 cosas, que las personas más se arrepentían antes de morir, dos de ellas hacen referencia a las relaciones sociales. Y son “no haber tenido en la vida el coraje para expresar sus sentimientos” y “haber dedicado poco tiempo a disfrutar de los amigos”.
Para no arrepentirnos mañana de lo que podemos hacer hoy, necesitamos aprender a hacer llegar a nuestro entorno más íntimo, no sólo las palabras como también los sentimientos. Es imperativo practicar una comunicación amable nivelando nuestro derecho a expresar lo que pensamos, con el derecho del otro a pensar diferente.
El camino para cultivar y ampliar las relaciones personales, es ejerciendo una comunicación tanto efectiva como afectiva, una comunicación que deje una huella positiva en la mente y en el corazón de las personas. Es hablar desde la intención de ganar un aliado y no la de crear un opositor. No es vencer, ni convencer al otro, es exponer amablemente tus argumentos en la misma medida que eres permeable y respetuoso con el punto de vista del otro. Es saber que la realidad es subjetiva y siendo así nadie, absolutamente nadie tiene la potestad de la razón al cien por cien.
La práctica de esta comunicación es además el único antídoto contra la legión de haters, que prolifera en las redes sociales y que está mermando y erosionando el tejido humano en las relaciones personales. En una sociedad como la de hoy en día, donde las opiniones están tan polarizadas, donde el exceso de información es la principal causa de la desinformación, donde la proliferación de la mentira se ha transformado en la estrategia de muchos para imponer su supuesta verdad y finalmente en una sociedad donde el olvido y la soledad es la recompensa final para una vida llena de tribulaciones y entrega a la familia, pienso sinceramente que esta sociedad necesita urgentemente rescatar la amabilidad en la manera de comunicarse y relacionarse.
Estamos llegando a un punto donde los androides empiezan a parecerse cada vez más a nosotros, no porque se estén humanizando y sí, porque nosotros nos estamos robotizando en muchos aspectos. Nos estamos olvidando de nuestra naturaleza humana, perdiendo la capacidad de ponernos en los zapatos del otro y dar un paseíto, para conocer su perspectiva y respetar su punto de vista.
En definitiva, robotizarse es perder lo único que nos hace únicos, que es la capacidad consciente de tender puentes y no la de levantar muros, lo que necesitamos, en este momento es un poco de amabilidad, por favor… No volvamos a la normalidad, volvamos a la amabilidad.
Y para concluir os dejo con esta frase de Platón, que sigue más vigente que nunca.
“Se amable, pues cada persona con la que te cruzas está librando una ardua batalla”.
Gracias por estar ahí y por compartir.
Diseño mis formaciones basándome en mi vivencia con las herramientas de la Inteligencia Emocional y en más de 20 años de experiencia artística en los escenarios nacionales e internacionales.
Utilizo diferentes estímulos para enseñar, porque según los últimos avances de la neurociencia el dinamismo, el entretenimiento y la expectación en el aula, generan que los neurotransmisores segreguen hormonas motivacionales en el cerebro, como la dopamina y la oxitocina, que favorecen el aprendizaje y el recuerdo. Es decir que, cuando disfrutamos en la fase de aprendizaje, mejoramos el rendimiento y la memorabilidad.